La femme au gros manteau (La mujer del tapado grueso)

La femme au gros manteau (La mujer del tapado grueso) Pablo Curatella Manes


FECHA: ca. 1921/1923
ORIGEN: Donación del autor, 1949-1965
GÉNERO: retrato, figura, retorno al orden
ESCUELA: Argentina S.XX
TÉCNICA: Yeso
OBJETO: Escultura
ESTILO: Cubismo
MEDIDAS: 40 x 27 x 17 cm.  


"A fines de 1949 Pablo Curatella Manes ofreció en donación al Estado argentino un conjunto de treinta y un modelos en yeso de sus obras. Un conjunto en el que se destacaba La femme au gros manteau, una de las piezas clave de su producción (1).

Al pensar en el universo visual que uno puede intentar reconstruir a partir de las cincuenta y dos esculturas expuestas en el Salón Nacional de Bellas Artes de 1923 –primera vez que La femme au gros manteau fue expuesta– esta pieza es, sin lugar a dudas, la nota destacada.¿Por qué? Porque en su propuesta renovadora y aun camuflada detrás del toque de contemporaneidad que exhibe (abrigo, sombrero, zapatos), resulta imposible ignorarla. ¿Cómo fue que se filtró en un espacio oficial que ese año se había dado el gusto de rechazar a un alto porcentaje de artistas dando lugar a un salón paralelo, el Primer Salón de Artistas Independientes? Tal vez la presencia de Ernesto de la Cárcova, miembro del jurado de la sección escultura –quien desde su función como Patrono de los becarios en Europa se había caracterizado por ser bastante abierto a las inquietudes y propuestas de los más jóvenes– pueda explicarla.

Sin embargo, no basta que un artista consiga infiltrarse en un espacio reacio y reticente frente a lo nuevo.
De hecho, la obra pasó prácticamente desapercibida y los primeros premios recayeron en Luis Rovatti y J. C. Oliva Navarro, artistas hoy poco recordados.
Pero si La femme no tuvo reconocimiento oficial, sí lo recibió de parte de quien ejercía la primera magistratura del país, Marcelo T. de Alvear, quien adquirió la pieza en bronce para su colección (2). Esto no resulta extraño, sobre todo si pensamos en la relación de Alvear con Antoine Bourdelle, a cuyo estudio en París asistía Curatella; inclusive, ya en 1924, el ingreso del escultor como escribiente en la Embajada de Argentina en París estuvo dado de la mano de Alvear. A comienzos de octubre de 1924, La femme au gros manteau reapareció, esta vez en su exposición individual en la galería Witcomb.

En principio, un pequeño conjunto de obras que apenas nos es posible reconstruir ante la falta del catálogo, pero que ubican al artista en el mismo espacio y casi en el mismo momento en que tuvo lugar ante el público porteño la escandalosa exposición de Emilio Pettoruti. Organizada por su hermano Horacio Curatella –operador de fotografía en Witcomb– la exposición fue montada seguramente con las obras enviadas desde París junto a las destinadas al Salón de ese año. La muestra en Witcomb tenía una intención si se quiere didáctica: desde Mujer sentada (1916), pasando por Niño de Flandes (1917) e Isis (1917, inv. 7240, MNBA) hasta Pensativa (1922, inv. 7244, MNBA), La femme y dos bajorrelieves, uno de ellos Las tres bañistas (1921, inv. 7243, MNBA) (3).

Y aunque es arriesgado hacer una afirmación solo contando con datos parciales, al tener en cuenta esta selección parece evidente que las tres esculturas de fecha más temprana podían ser leídas como un antecedente directo de las restantes: independencia frente al modelo del natural, el trabajo a partir de una síntesis plástica que elimina lo anecdótico y destaca las formas geométricas puras, además de la preferencia por las formas cerradas sobre sí mismas. De allí a Pensativa y a La femme, lo que se podía vislumbrar era una coherencia en sus búsquedas y esto aun cuando las problemáticas planteadas en estas dos últimas piezas fueran ya otras. Sin embargo, persistía en ellas ese sentido arquitectónico y constructivo que actuó como principio básico en el tratamiento de sus obras de los primeros años de la década de 1920.

En particular, La femme au gros manteau, en esa suerte de elegancia contenida que la define, muestra en el rostro un carácter clásico próximo al Picasso de Retrato de la mujer del artista (1923). Pero por otro lado, habla también de un cubismo que es reelaborado en el empleo de planos encontrados y, en algún caso, desplegados en abanico, en la multiplicidad de direcciones planteadas y en la utilización de líneas rectas y curvas, todo lo cual determina un juego de luces y sombras también contrapuestas.

En esta nueva manera de expresar las formas escultóricas, esos elementos confluyen en la generación de un equilibrio que, en la resolución formal de las tensiones presentes, excede al de su propia tectonicidad. De aquí a piezas como El guitarrista o Ninfa recostada –que en su exploración formal lo ubican en la misma línea experimental en la que trabajaban artistas como Ossip Zadkine y Jacques Lipchitz– el paso es seguro.
Patricia M. Artundo"

¿Qué representa La femme au gros manteau?
La femme au gros manteau (La mujer del tapado grueso) es una figura modelada en yeso realizada por Pablo Curatella Manes hacia 1921. Forma parte del conjunto de treinta y un modelos en yeso que el artista ofreció en donación al Estado argentino a fines de 1949 y que pasaron a formar parte del patrimonio del Museo Nacional de Bellas Artes en 1955. La escultura, más tarde fundida en bronce a la cera perdida, fue expuesta por primera vez en 1923 en el Salón Nacional de Bellas Artes, y luego adquirida por Marcelo T. de Alvear para su colección.
Curatella Manes realizó esta obra en París, durante su tercer viaje a Europa. Allí fue decisivo el contacto que estableció con artistas vanguardistas como Juan Gris (de gran influencia), Fernand Léger,  Laurence, Pierre Reverdy, Constantin Brancusi y Le Corbusier. En este contexto se dedicó a explorar el lenguaje del cubismo y creó obras como El Acordeonista, Ninfa Acostada y Los Acróbatas.
El modelo en yeso nos muestra a una mujer vestida con un grueso abrigo, un sombrero y zapatos correspondientes a la moda de esa época. Sin embargo, se trata de una propuesta artística renovadora en la que Curatella Manes descarta lo anecdótico para destacar las formas geométricas. La figura se aleja del naturalismo en pos de alcanzar la simplificación y la síntesis propias del cubismo. De este modo, las formas se reducen a grandes volúmenes terminados en planos lisos. Aquí el artista plantea múltiples direcciones, a la vez que experimenta con líneas rectas y curvas, todo lo cual determina juegos de luces y sombras.
La escultura es maciza, volumétrica y pesada; la preferencia por las formas cerradas es evidente. Domina en ella el sentido arquitectónico y constructivo característico de las obras de los primeros años de la década de 1920, que posteriormente Curatella Manes buscará aligerar con esculturas más abiertas y dinámicas.