Autorretrato

FECHA: 1918
ORIGEN: Donación Torcuato Di Tella (Fundación e Instituto), 1971
GÉNERO: futurismo
ESCUELA: Argentina S.XX
TÉCNICA: Óleo
OBJETO: Pintura
ESTILO: Cubismo, Vanguardias Regionales
SOPORTE: sobre hardboard
MEDIDAS: 54 x 40 cm. Con marco: 76,5 x 62 cm.
Texto razonado
"Cuando el 20 de agosto de 1971 se firmó el decreto de aceptación
de la donación de un conjunto de cuarenta obras que eran parte de la
Colección Torcuato Di Tella, ofrecida por la Fundación y por el
Instituto homónimos, se cerraban más de dos años de arduas
negociaciones entre las partes. Cuestiones económicas y políticas a
nivel internacional y su repercusión directa sobre la economía
argentina y, en particular, sobre la empresa SIAM Di Tella, así como
la pérdida del sostén económico para las actividades del Instituto,
habían sido algunos de los factores determinantes para la toma de
decisión institucional. Según lo informaba Guido Di Tella, en su
carta al ministro de Cultura y Educación, datada el 18 de agosto de
1971 y conservada en el legajo de la donación en el MNBA, cuando en
1969 se ofreció en donación parte de la colección lo que se donaba
era la mitad de su valor real internacional y se aclaraba que el
ingreso que se percibiría sería destinado a financiar las
actividades de investigación en ciencias sociales realizadas por el
Instituto. En esa misma carta y ya frente a la evidente
imposibilidad de tener una respuesta positiva de parte del Estado,
finalmente se ofrecía la donación sin cargo alguno (1).
La donación comprendía un núcleo de dieciséis obras de maestros
antiguos (siglos XIII a XVII) y otro identificado como de artistas
argentinos e iberoamericanos, aunque en su mayoría pertenecían a
artistas locales. ¿Cuáles fueron los criterios que guiaron el
ingreso de Autorretrato de Emilio Pettoruti a la colección y cuál
fue el lugar que la obra ocupó en el contexto de la donación? Sin
lugar a dudas, fue la opinión de Jorge Romero Brest –además de
Lionello Venturi, el principal asesor para la compra de obras de la
institución– la que debe haber pesado a la hora de incorporarla. A
Pettoruti y a Romero Brest los unía una larga amistad iniciada a
fines de la década de 1930 y ambos habían sufrido las consecuencias
(negativas) de la política del primer peronismo. Los puntos de
encuentro eran muchos y el primero a destacar es que ya en 1940 el
ingreso de El improvisador (1937, inv. 1769) al MNBA fue a partir de
la sugerencia de tres de los críticos de mayor peso del momento,
además de Romero Brest, Julio E. Payró y Julio Rinaldini. No
obstante y como ha sido destacado, la mencionada amistad entró en un
cono de sombras a partir de 1948 (2). Diferencias estéticas,
seguramente también políticas, pero sobre todo el giro sobre sus
talones dado por el mismo Romero Brest –quien se volcaba ahora a su
vocación internacionalista y dejaba atrás su brega por una
conciencia del artista latinoamericano– pueden explicar el
distanciamiento.
Sin embargo, y a la hora de definir el perfil de una colección en
términos institucionales y de dotarla de coherencia en su imagen
pública, los distanciamientos, si todavía existían, fueron dejados
de lado. Ya durante su gestión como director del Museo, la
Asociación Ver y Estimar donó El hombre de la flor amarilla. El
poeta Hidalgo (1932, inv. 6931); al año siguiente, Romero Brest
tenía en vista El filósofo (1918) con el mismo destino y todavía en
1963 fue él quien estuvo detrás de la adquisición de Vino rosso
(1940, inv. 7229). Es evidente que el crítico tenía en claro qué
obra poseía la categoría necesaria para ingresar a un patrimonio
público y que tomaba sus decisiones desde lo institucional y no
desde lo personal. En este sentido, habría que recordar que la
estructura pensada para el Instituto Torcuato Di Tella preveía,
además de la creación de los distintos centros, la de un museo de
arte, de manera tal que el ingreso de obras a su colección debía
necesariamente ser pensado desde ese nuevo lugar.
Pettoruti había alcanzado además un notable prestigio internacional
cuando ya radicado en Francia apareció no como “asociado a” sino
como un actor que había sido un agente activo de la vanguardia de la
década de 1910, en un trinomio –futurismo/abstracción/ cubismo– que
fue revisitado una y otra vez en distintas exposiciones europeas del
período. En términos del coleccionismo local, sus obras estaban
presentes en varias colecciones prestigiosas como las de Augusto
Palanza, Ignacio Acquarone y Domingo Minetti, figuras de peso en el
mundo económico de la época.
En otro sentido, en una colección que había recibido un nuevo
impulso a partir de 1960, con su opción por el arte internacional
contemporáneo y su decidido apoyo a los artistas argentinos más
jóvenes, la presencia del Autorretrato cobraba un valor singular. Si
su autor podía ser pensado en una dimensión internacional, él era
también un referente indiscutible en función de una lectura
historiográfica de la vanguardia en la Argentina. Desde Pettoruti a
Enio Iommi y Gyula Kosice, a Lucio Fontana y a los “jóvenes” como
Kazuya Sakai, Mario Pucciarelli y Luis Felipe Noé, la línea parecía
ser clara.
En relación con el patrimonio del MNBA, su ingreso en 1971 se sumó
al de otras dos obras –El sifón (inv. 7659) y Dinámica del viento
(inv. 7657), ambas de 1915– donadas por el Fondo Nacional de las
Artes. Se incorporaban así tres piezas clave en la producción del
artista y se salvaba lo que hoy podría verse como un “error”. En
1924 Ernesto de la Cárcova había propuesto la adquisición de
Pensierosa (1920) para el Museo, una propuesta que rechazada de
plano puso al descubierto un cierto inmovilismo retardatario en
términos de diseño de un acervo institucional que demoraría varios
años en ser revertido.
Patricia M. Artundo" .
Texto Chatbot
¿Qué representa la obra Autorretrato?
Autorretrato de Pettoruti es un óleo pintado en 1918. En él
el artista se representa a sí mismo de manera fragmentada. Sin
embargo, la innovación presente en esta obra es la búsqueda de
movimiento. Luego de haber establecido contacto con los futuristas
en Florencia, Pettoruti comenzó a investigar diferentes maneras de
incorporar dinamismo a sus cuadros. Para lograrlo, en esta obra
fragmenta el movimiento, descompone los objetos e incluye líneas
diagonales y curvas. De este modo, podríamos afirmar que el artista
se está presentando a sí mismo como participante de las corrientes
vanguardistas revolucionarias de principios de siglo XX, pero
también como inmerso en el ruido, la euforia y el vértigo propios
del mundo moderno.